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vía AfroCubanLatinJazz © de Luís el 4/07/10
TAJ MAHAL & TOUMANI DIABATÉ
''KULANJAN''
(MALI-NEW YORK) @
Toumani Diabate, de Bamako (Malí), toca la Kora, un arpa africana de 21 cuerdas. Su padre, Sidiki, fue el primero en tocar este instrumento como solista, y Toumani Diabate ha contribuido a su evolución introduciendo la Kora en nuevos contextos musicales a través de sus experiencias con músicos de flamenco y jazz. Además, ha desarrollado nuevas técnicas para improvisar melodías acompañando a otros instrumentos. Toumani Diabate también canta en este disco, demostrando sus excelentes cualidades vocales.Kulanjan
Taj Mahal & Toumani Diabate
Por Russell Farnsworth
Samuel Charters, el estudioso que más a fondo ha investigado las raíces africanas del blues, ofrece en el libro Solamente blues la maravillosa descripción de un instrumento autóctono de Gambia. La caja de resonancia es una calabaza seca, tiene cinco cuerdas y se llama halam. Por su sonido similar al de la "guitarra blues", sugiere que éste es el claro antepasado africano de la música negra estadounidense. Cuando llegó a América, dice Charters, se convirtió en el banjo con que se tocaron los primeros blues.
Ese paralelo está inmejorablemente expresado en la carátula del disco Kulanjan, del estadounidense Taj Mahal y el africano Toumani Diabate. La imagen no la describo porque la pueden ver ilustrando esta reseña. Y, en oposición a los que opinan que reseñar un disco empezando por la carátula es de lo más superficial, digamos que una lectura a fondo de esa portada haría innecesario cualquier comentario, incluso éste.
Allí aparecen los dos instrumentos unidos en una sola música. Y el álbum parte precisamente de esa intención: acoplar por vez primera el punto de partida y el de llegada, la música milenaria de los griots y el blues moderno.
Taj Mahal representa el lado de acá, el blues actual. Para quienes no lo conozcan, se trata de uno de los artistas más originales de esta música hoy día; un neoyorquino inquieto cuya entrada al género se dio por intereses académicos y derivó en carrera discográfica. Toumani Diabate es, en cambio, heredero de una tradición musical de familia. En África, antes de conocerse la escritura musical, los cantos eran transmitidos por los padres a los hijos para impedir el olvido. Con su repertorio de muchos siglos, Toumani Diabate representa el lado de allá, lo ancestral.
En el encuentro radica el encanto de este disco. Pese a que investigadores como Samuel Charters ya habían aventurado teorías que conectaban al blues con la música de África occidental, nadie se había preocupado antes por hacerlos sonar a un mismo tiempo. Kulanjan puede convertirse entonces, desde lo musical, en la demostración de aquellas teorías. Cuando se unen el banjo y el halam —o la guitarra y la kora, o el piano y el balafon— la armonía impera y la conexión se hace evidente. Toumani Diabate afirma en las notas interiores del disco que "del blues he aprendido que tenemos una melancolía en común", y en esa sola frase resume los alcances de esta música.
Curiosamente, tanto Taj Mahal como Toumani Diabate ya habían efectuado grabaciones en donde la mezcla sonora era la premisa básica. En 1995 el músico estadounidense se alió con el instrumentista indio Narasimhan Ravikiran y lanzó el álbum Mumtaz Mahal (Water Lily 46), que es hoy considerado una bonita rareza. Aquél puede ser uno de los antecedentes de lo que hoy se escucha en Kulanjan: Taj Mahal mostraba, desde entonces, la intención de que su blues armonizara con músicas de otros rincones del mundo, y escogió algunas cadencias de la India para un primer experimento.
Años atrás, Toumani Diabate se había dejado fascinar también por las posibilidades de la fusión. Trabajando con el grupo flamenco Ketama, descubrió que cierto ritmo de Mali se acoplaba sin mucho esfuerzo a las "palmas" de la música gitana y emprendió el repertorio que hoy se escucha en el disco Songhai (Hannibal 1323).
Debido a esas experiencias previas, puede pensarse, la música emergió con total fluidez cuando Taj Mahal y Toumani Diabate se encontraron en el estudio de grabación. Previamente habían incursionado en la llamada "música del mundo": más que un género, un ejercicio de unificación de estilos. Y, por tanto, no sería difícil repetir la metodología, buscar hasta encontrar los elementos en común y luego, a partir de esas bases armónicas o rítmicas, ir creando sobre la marcha.
Pero es ahí precisamente donde afloran las diferencias, donde Kulanjan termina sobresaliendo entre muchos otros ejercicios de mezcla sonora. Sin negar en ningún momento su originalidad, Mumtaz Mahal apenas se sostenía en fragmentos de melodías: la "guitarra blues" lograba parecerse a la vina oriental, pero sólo por unos segundos. Iguales dificultades afrontaron los músicos participantes del proyecto Songhai: se solventó la necesidad de un ritmo común, pero nunca terminó de resolverse el problema —mucho más complejo a todas luces— de estructuras armónicas que difieren de un griot africano a un cantaor andaluz.
En cambio, al escuchar Kulanjan, uno descubre pasmado que la expresión es la misma. Las notas de la canción "Tunkaranke", por ejemplo, se inspiran en una base armónica tradicional que los africanos llaman "la tonada madre". Lo sorprendente es que esa tonada permite a los pasajes de blues encajar sin tropiezos. En dirección contraria sucede lo mismo: uniéndose a la guitarra que interpreta el "Catfish Blues", los instrumentos africanos complementan a la perfección esos tonos. E incluso a la hora de improvisar, Taj Mahal y Toumani Diabate se entienden maravillosamente. Construyen "Fanta" basándose en coincidencias entre los ritmos festivos de Mali y el rock and roll, que para los estudiosos no es más que un blues acelerado.
Habrá diferencias en cuanto a los instrumentos que se tocan o el idioma en que se canta, pero no en cuanto a lo puramente musical. Y no es para menos, si se trata de estilos que hoy se encuentran separados por motivos geográficos, nunca culturales. Otros discos podrán exhibir ingeniosas mezclas partiendo del concepto —tan en boga y tan maltratado a veces— de la fusión. Kulanjan surge, en cambio, de una intención mucho más honda. Se trata, para utilizar las mismas palabras de Taj Mahal, de "cerrar el círculo": dar por finalizado un ciclo natural de variaciones sobre un tema africano e interpretar, al cabo de cinco siglos, el aria final.
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